30 diciembre, 2021

Siempre mirar en positivo

Os contaría tantas cosas que muchas/os ya conocéis, por desgracia, y otros no tanto, por suerte, que realmente no sé qué decir… Cuesta poner palabras a los sentimientos y emociones… pero intentaré comenzar por el principio, por si pudiera ayudar a alguien.

Cuando la pediatra le hizo una pregunta directa y ella (mi hija, menor de edad) le mintió diciéndole que NO, comenzó todo, comenzó esa montaña rusa maldita… Igualmente le estoy muy agradecida a la facultativa porque nos derivó a Bellvitge (detectó muy acertadamente que algo no estaba claro, aunque mi hija no lo aceptara, obviamente).

Y llegó lo peor para mí: allí sólo se tratan ingresos de 24 h y a personas mayores de edad y mi hija no daba ese perfil, pero la psicóloga que le hizo la entrevista en privado se dio cuenta “de la magnitud de la tragedia” y cuando entré yo sin darme ningún diagnóstico me dijo que tendríamos que ir varias veces a la semana a tratamiento, que la aceptaban y que la tratarían excepcionalmente como si fuera mayor de edad;  eso por un lado era positivo, pero, por otro, implicaba un total secreto profesional entre médico y paciente, es decir yo quedaba al margen.

Me sentía tan confusa, no sabía qué le pasaba a mi hija, esperaba alguna interacción por parte de los profesionales conmigo, aunque fuera mínima, tener un diagnóstico… Y todo lo contrario, no tenía pautas para hacer en casa: ni alimentarias ni de ningún tipo; fue una locura, estaba desesperada porque cada vez mi hija estaba peor y yo no sabía qué pasaba y nadie me ayudaba para yo poder ayudarla…

Después de pocos meses no pude más y “forcé” una entrevista con la psicóloga que la llevaba, fue entonces cuando recibí el mazazo: Me confirmaron que mi hija tenía un TCA y que allí sólo le podían ofrecer este tipo de tratamiento ambulatorio, ya que, y ahora viene lo que fue lo peor hasta ese momento para mí, para ingresarla en el centro psiquiátrico aún le faltaba perder 3 kg para que su vida comenzara a correr peligro inminente de muerte. Fue entonces cuando me armé de valor, tenía que buscar una solución intermedia, no podía esperar a que mi hija siguiera perdiendo peso. En Bellvitge me comentaron que sí habían soluciones intermedias, pero que eran de carácter privado, por lo que decidí buscar por todos los medios que tenía a mi alcance y fue cuando encontré a la ACAB: ellos me ayudaron de tal forma que siempre les estaré agradecida.

Después de este escrito para mí tan doloroso, quería expresaros que a pesar de todo: siempre hay luz al final del túnel, que es una enfermedad muy dura, que hay que tener mucha paciencia, pero que hay salidas, soluciones y que hemos de sacar todo el coraje y nunca tirar la toalla. Mi hija ahora tiene 25 años y es una preciosidad por dentro y por fuera,  porque ha conseguido verse con los ojos de la objetividad y no de la distorsión. Un camino muy largo e intenso pero lleno de esperanza. Gracias.