18 marzo, 2022

SIMPLEMENTE UN VIAJE

Llevaba casi 4 meses de tratamiento, misma rutina. Entraba a primera hora de la mañana, salía a las 10 de la noche. Combinaba terapias con comidas. Miraba con envidia a mis compañeras que podían hacer deporte 2 días a la semana por la mañana, no por el placer del deporte sino por la vocecilla de la enfermedad y el uso de éste.

Los fines de semana, “descanso”. Mi familia se había empeñado en que yo tuviera cierta normalidad, así que, obviamente, nada era normal en casa y yo sabía que era culpa mía, de mi situación. Tanta ansiedad antes y durante de cada comida, comparando, “todo el mundo en mi contra”, yo intentando controlarme y no gritar, irme de la mesa o montar otra escena. Aguantaba con desesperación por mi hermana más pequeña, pero siempre culpando a mi madre de seguir todas las guías que le dieron en “ese sitio”.

Harta de todo y todos. Un fin de semana me fui, no recuerdo ni cómo, compré un billete, me fui al aeropuerto y cogí un vuelo para ir Granada a ver a mi prima y su novio. No sé por qué tuve esa necesidad, nunca había ido a verles pero siempre, siempre me he sentido bien estando a su lado.

Aterricé, cogí un autobús a la llegada al aeropuerto. Sentía que todo el mundo me miraba con crítica o confirmando, esta chica tiene “TCA”. Metida en el yo, en mí… sin ver pues que la gente simplemente veía una chica con una maleta. Llegué con mi prima y lo primero que me dijo. Mira, ok a que hayas venido, pero a mí no me pongas problemas, te comes todo lo que yo te diga cuando diga. Lo dijo contundente, seria, mirándome a los ojos y entendí perfectamente que no lo decía por decir.

Y, ¡vaya fin de semana! Soy la prima de Barcelona, estudio, no trabajo aún, me gusta el deporte, sí tengo 3 hermanos, segunda vez en Granada…  vivían en el Albaicín, la ciudad llena de música en todas las esquinas, la Alhambra siempre vigilando la ciudad, las plazas a rebosar de gente sentada en las terrazas, haciendo la compra, jugando al fútbol. Salimos un poco por la noche a ver flamenco a casa de unos amigos suyos, me quedé atónita con la potencia y la fuerza de la música y del baile.

Ni un solo rechiste a la comida, pero es que tampoco lo necesité, yo estaba emocionada, llevaba tanto tiempo encerrada en mí misma, ensimismada en el monotema y monotonía, invadida por la enfermedad que lo ocupaba todo, que se me había olvidado que la vida es otra cosa y que hay tanto que hacer y ver. Fue la primera vez que me olvidé de mi TCA en años durante tanto tiempo.

Y volví a casa, convencida de nuevo. Decisión reafirmada cuando ya flaqueaban las fuerzas, de que yo quería eso y no esto, y de que la vida es maravillosa y que iba a poder. Gracias Ana y Yago.

 

Maria