5 agosto, 2022

«Lo que sientes cuando estás viva, pero no sabes vivir»

«Estuve mucho tiempo muerta por dentro,

porque no sabía vivir.

 

Es extraña la sensación

de muerte en vida, pero existe.

La enfermedad me ganaba la batalla.

 

Durante todos aquellos años

no hacía más que observar la claridad de fuera,

intentaba olerla y atraparla, desde dentro,

pero siempre me huía delante

cuando me creía capaz de oírla.

 

Esta enfermedad te ciega,

te separa y te aleja de todo,

-y de todos-

y piensas que nunca saldrás,

que no existe luz al final del túnel.

 

Escribes con lágrimas en los ojos todo lo que sientes,

pensando que quizás, de alguna manera,

te ayudará.

 

Pero no lo hace.

No hay nada

-ni nadie-

que te pueda ayudar.

 

Sólo podía ayudarme yo,

de mí dependía salir,

pero es que yo ni siquiera quería.

 

Es que me da igual.

 

Me da igual la vida,

me da igual la muerte.

 

Yo sólo lo veía como un combate

cara a cara y sin escudos,

de lo que quedaba de mí

contra mi peor versión.

Y dejar que ganara la mejor.

 

Y mientras tanto me sentía hundida

en ese pozo,

y las manos que intentaban sacarme de allí

no llegaban a cogerme.

 

Y yo me refugiaba

-o lo intentaba-

en las palabras.

 

Sólo pensaba en sacar de dentro

todo lo que durante tiempo había guardado,

que no sabía cómo expresar,

que se había quedado atascado en mi vientre,

que era como un nudo de esos imposibles.

 

Y me autoengañaba,

y engañaba a los demás,

y cuanto más me amaban

más daño les hacía, más les mentía,

pensando que tal vez, de este modo,

podía deshacer ese nudo.

 

Aprendí muchas frases:

“yo controlo”,

“yo puedo sola”,

«yo conozco mis límites».

 

Pero ninguna de ellas era verdad.

 

Luchaba por salir a la superficie,

escudándome en esas frases de mierda,

pero no podía.

 

«¿Por qué?», ​​me preguntaba.

 

Porque sólo la tenía a ella.

Me había quedado sola.

Y claro, me hacía creer que me amaba,

que me apoyaba y que nunca me abandonaría.

 

Y lo hacía destruyéndome, matándome.

Y yo no lo veía.

 

Era como si no fueran suficientes

las señales que me enviaba,

como si no fuera suficiente

tener frío en verano,

los latidos que perdían fuerza,

la debilidad,

las caídas,

la mirada perdida.

 

Elisa Gautier (recuperada de un TCA en primera persona)