18 noviembre, 2022

LA HABITACIÓN VACÍA

Hace días que te hemos ingresado. El monstruo que te encarcela y atraviesa te impide vivir en casa, con nosotros.

Ahora toca ingreso, hospitalización de 24 horas durante una temporada.

La tristeza es honda y se cuela por todas las rendijas del día a día. La impotencia contra el trastorno es enorme y también la frustración de entender que el amor no es suficiente. La culpabilidad va haciendo sus apariciones, como la rabia, que explota de repente de nuevo, como un volcán que vomita porqués sin respuesta.

Y entre todas estas emociones también hay lugar para LA AÑORANZA. Hay muchos ratos que te echamos de menos, en muchas situaciones y eventos. En esa canción que suena y tanto te gusta, en la serie que mirábamos juntas y no retomaremos hasta que regreses y en la comida de los domingos con los abuelos y las primas.

Pero la añoranza es especialmente dolorosa cuando entro en tu habitación y me siento en tu cama. Huelo la ropa que has dejado en el armario, saco el polvo a los libros y hoy los ordeno por colores y mañana por tamaño. Observo las fotos que tienes colgadas y en todas sonríes con amigas o familia.

¡Qué daría yo para reencontrar de nuevo esta sonrisa! Por abrazarte ahora mismo y acompasar nuestras respiraciones mientras te digo al oído: “Tranquila, bonita, todo esto pasará. Saldremos”.

Pero sé que ahora toca esto, dejar que las profesionales hagan su trabajo, que recuperes peso y autoestima, confiar en ellas y en ti.

Detenernos, frenar, respirar fondo y soltar el aire denso que habíamos retenido todo este tiempo dentro de los pulmones, comprimido en el pecho estrecho y miedoso.

Repensar cómo te acompaño. Aprender a hacer de delfín y de san bernardo.

Descansar ambas y renovar la energía para continuar el camino.

Agradecer que, a pesar del agotamiento, la tristeza y la añoranza, no te rindes.

Y ser consciente de que, aceptando ese ingreso, eliges también, LA VIDA.

 

Flors Moreno i Aguilar

@floretesdelcamp