25 noviembre, 2022

REFLEXIONES

Cuando miro atrás y me acuerdo de aquellos años en que viví el TCA, a veces me cuesta pensar que realmente fui yo, que me pasó a mí, y que realmente viví ese infierno. Es muy doloroso imaginar todos los momentos de angustia vividos, de vacío, de no ver una solución, de sentirse atrapada.

Todas las personas que hemos luchado o estamos luchando contra un TCA tenemos que sentirnos valientes. Somos valientes por enfrentarnos a algo desconocido que invade nuestras vidas, que parece imposible de destruir, pero que poco a poco, con días mejores y días peores, podemos ir venciendo.

Me gusta pensar que el camino del TCA ha sido una parte de mi vida en la que también he aprendido, me he conocido mejor, y me ha ayudado a crecer como persona. Ahora en mi día a día, cuando me enfrento a problemas lo hago de otra manera, sabiendo que voy a ser capaz de sobrellevar cualquier situación, recordando la fuerza y valentía que pude reunir para superar la enfermedad.

Hay un ingrediente muy importante del que nos podemos olvidar en todo este camino: el amor. El amor de las personas que han estado con nosotr@s dándonos la mano, secándonos las lágrimas, luchando… Y no solo el amor de los demás, sino el amor propio, el que nos damos a nosotros mismos; el respeto hacia nuestro cuerpo y nuestro ser, hacia lo que somos. Con ese amor contaremos siempre.

En definitiva, por muy largo y complicado que sea el camino, siempre va a salir el sol.

 

Carolina.