9 septiembre, 2022

DEL MONSTRUO AL FANTASMA

Recuperarse de un TCA no pasa de un día para otro, es un proceso lento, con diferentes etapas. Normalmente no es lineal, a menudo hay altibajos, pasos atrás antes de seguir adelante.

Como nos dijo una vez una psicòloga, los pasos atrás son los que nos sirven para tomar impulso.

Según mi experiència, hay una etapa que yo llamo «del monstruo al fantasma». Me voy a explicar.

Es aquella fase en la que las conversaciones no giran en torno a la ropa, los cuerpos, la comida ni el peso, que ya está bastante normalizado. El día a día está marcado por rutinas bastante sanas con espacio también para las actividades improvisadas.

No vemos al monstruo sentado en la mesa ni tampoco en el espejo. Ni en sus ojos, que ya tienen un brillo diferente en el que se vislumbra la vida. Ni le manipula el discurso.

Pero no ha desaparecido por completo. Es más débil, menos visible, más imaginario y menos real. Más parece un fantasma que un monstruo.

Al menos yo, como madre, ahora lo percibo así.

Es como si a medida que ella se ha ido armando de estrategias, herramientas y autoestima, los monstruos se han empequeñecido, pero en vez de desaparecer del todo se han convertido en fantasmas.

Y esto hace que aparezca cuando menos te lo esperes. De repente nos vemos sumergidas en una discusión sobre lo que cenaremos y el por qué, o bien te das cuenta de que está gestionando un momento de estrés a través de la comida, tanto puede ser restringiendo como tragando con ansiedad. O se detiene ante un escaparate mirando asustada y frustrada un maniquí esquelético con un traje demasiado estrecho.

Pero, afortunadamente, son situaciones menos recurrentes y más reconducibles que antes. El fantasma del TCA es más frágil que el monstruo, ella es más fuerte, tiene más herramientas y puede combatirlo más fácilmente.

Y nosotros también. Es un camino que hemos recorrido juntas. Haber aprendido a identificar al monstruo cuando estaba allí nos permite ahora poder distinguir el fantasma cuando lo intuimos. Hemos acabado teniendo un vocabulario propio para echar al TCA cuando aparece, sea en la forma que sea.

Como una palabra mágica que, cuando la decimos, sabemos que debemos cambiar de conversación o debe detener una conducta. Es nuestro abracadabra.

Es cierto que esto también ha hecho que, como madre y acompañante, esté a menudo en alerta, como un linfocito pendiente de atacar en cualquier momento a un agente infeccioso que entra en el cuerpo, como un soldado en guardia permanente defendiendo un territorio ya muy dañado.

Pero ese estado de alerta y el estrés que genera también disminuyen a medida que avanzamos en el camino de la recuperación. Es solo un fantasma, te dices, no es real, es vulnerable. Y eso le hace pequeño, minúsculo, cobarde.

A pesar de que cada proceso de recuperación es diferente quería compartir cómo vivo y veo yo esta fase como madre. Seguro que muchas se pueden sentir identificadas.

Compartir estas inquietudes y sensaciones con la tribu de madres que me sostiene es otra de las cosas que reduce y minimiza tanto al monstruo como al fantasma.

Gracias por estar ahí y por leerme.

 

Flors Moreno i Aguilar.

@floretesdelcamp