3 abril, 2023

MI ALTA

El futuro.

Me piden que escriba sobre el futuro. Una palabra de amplitud insondable que se extiende en todas las direcciones. Se alcanza escribir un presente que se aboca al futuro. Se alcanza la forma en la que se encara el futuro. Lo podemos llamar proyectos, sueños, ambiciones. Las palabras son muchas.

Hoy unas sobresalen: ‘Porque yo quiero.  Porque soy libre para elegir. Porque la capitana de mi alma soy yo’.

Expresión larga prolija, sí. Pero no redundante.  No hay en ellas palabras innecesarias.  Todas están por algo.

Todos arrastramos vida. Todos hemos vivido lo suficiente  para sentir  no solo saber lo que significa la palabra cicatriz. Las luchamos, las enfrentamos, las hablamos,  huimos de ellas y con ellas nos reconciliamos.

Dos ideas me asaltan. Huir de lo que forma parte de ti mismo es tan absurdo como un ojo huyendo del otro. Y la lucha contra ti mismo. No contra rasgos que te componen sino contra quien eres, es inútil  y agotador. Cuanto más encarnizado es el ataque, más feroz es la defensa. Apenas ganas un mísero palmo de terreno, ahí estás para reclamarle de vuelta. No es guerra, ni violència, ni ambición, ni astucia, ni orgullo lo que puede darte algún triunfo sobre tus cicatrices. Tampoco dejarlas ser,  pues sería ganar la batalla para dejarse ganar la guerra.

¿Qué hacer entonces con estas, convertidas en compañeras de vida? Curarlas sería decir que nunca pasaron. Sanarlas, solo que han dejado de doler. Cerrarlas, solo que dejan de sangrar.

Tomas cada dolor, cada batalla, cada miedo, cada grito proferido en silencio y soledad, las asumes como propias, como parte de ti y las conviertes en algo diferente,  en algo mejor. Como quien inhala solo para poder exhalar.

Esta es la libertad de elegir. Elije que tú defines el dolor. El dolor no te define a ti.

No soy mi dolor, no soy mis miedos. No soy mi pasado ni mi presente ni ninguno de mis posibles futuros.  Soy todo ello y soy más, incluso algo que ahora me toca descubrir.

Pero sobre todo soy la dueña de todo ello. Yo elijo, yo decido, yo apuesto. Ninguna de las sombras de mí misma que me componen deciden por mí. La capitana de mi alma soy yo.

Un capitán lo es durante el viaje. Escribía el poeta que el camino a Ithaca es largo. Monstruos y tormentas te azotan inclementes, serán muchos los puertos y aún, al atracar en destino y descender del barco, seguirás luchando cada centímetro de camino. Y que cada aliento en el que eres tú mismo, es el viaje a Ithaca.

Estoy viva. Mi viaje no acaba. Mis sueños no acaban. Mis ambiciones no acaban.  Mi capitanía sobre mí misma apenas empieza. Esta es mi historia. Este es mi viaje a Ithaca.

 

Para Romina de MCR.