21 diciembre, 2023

DICIEMBRE DE 2017

Diciembre, no eran unas Navidades Felices, eran unas Navidades tristes, mi hija sufría, tenía la mirada vacía, se apagaba, me dijo que no sentía.
Tenía 15, a punto de hacer 16. Llevábamos tiempo sin entender, perdidos, dando tumbos, con incredulidad, frustración, incertidumbre, sin saber dónde ir, qué hacer y con muchísimo dolor, pero por fin veía un camino. Justo antes de las Navidades ingresaba en el hospital de día.
Dejar la escuela, los amigos, nuevas normas, nuevas rutinas. Un cambio de 360o para toda la familia.
Tenía Anorexia y un infrapeso severo. Estaba enferma.
El camino era largo, teníamos que gestionar todo lo que hacía y, evidentemente, también sus ingestas.
Llevaba pocos días ingresada y habíamos de afrontar las primeras Navidades rodeadas de comida y de toda la familia que no entendía. lntentaba explicar la enfermedad pero era frustrante, te sientes sola, la Anorexia no la entiendes, hasta que te toca de bien cerca. Y la entiendes poco a poco.
A pocos días de Navidad, el primer día de ingreso, al mostrador de recepción había un libro (escrito por las pacientes), el título «Qué sientes cuando no sientes nada» era la frase que días antes me había dicho mi hija. Vi que no estábamos solos, que había un camino, había esperanza.

Y no puedo más que sentir mucho orgullo, no fue fácil pero saliste, y saliste reforzada. Hiciste una transformación profunda.

¡Valiente! Siento admiración por ti.

Laia Guiu