9 diciembre, 2022

CICATRICES

La vida es tan injusta como incierta. Nadie te prepara para vivir un TCA en casa. Nadie te prepara para el dolor, para las preguntas sin respuesta, para las esperas, para la ansiedad, para la rabia. Y así podría seguir.

Pero nadie tampoco te prepara para lo que viene después. Aunque la recuperación tenga un color paradísiaco después de tanto desierto, de tanto sufrimiento, siempre quedan cicatrices. El miedo constante a la recaída. Miradas ausentes, un cambio vital, lo he dejado con mi pareja, no he sacado la nota que quisiera y otros mensajes que te encogen en el corazón, te paraliza el miedo, el jodido miedo a que el monstruo vuelva.

Y con el tiempo, con las sonrisas compartidas, con una “quedamos para cenar esta noche en Barcelona”, con los planes de futuro que le escuchas contarte con Ilusión, ese miedo se va diluyendo un poco. Aunque seguramente se quede allí en esa cicatriz para siempre. Sólo queda lamerse las heridas y amar a las cicatrices como recuerdo de tanta lucha, de tanta resiliencia aprendida a cada golpe ya cada caída.

 

Marta