MADRE Y PSICÓLOGA
No lo vi venir, ni como madre ni como psicóloga. El sentimiento de culpa fue doble, estuve muchos meses en negación: «No puede ser, yo lo habría visto».
Pienso que todos los padres realizan un largo proceso de aceptación de la enfermedad. Hay quienes lo van viendo en pequeños gestos, en señales… pero no quieren creerlo del todo, y otros, como en nuestro caso, que de repente un día la enfermedad aparece como un gran monstruo en medio del comedor.
Como psicóloga conocía la enfermedad, conocía los criterios de diagnóstico, el tratamiento, pero ahora sé que realmente no entendía la enfermedad.
Me pasé los primeros meses repasando lo que sabía de la anorexia, volvía atrás y revisaba mentalmente en los meses anteriores, era incapaz de encontrar en mis recuerdos señal alguna. Miraba una y otra vez las fotografías del verano anterior, era una niña feliz, risueña… buscaba en sus ojos algún indicio pero no encontraba nada. Las amigas, los maestros… si había pasado algo ellas tenían que saberlo, pero nadie vio ningún cambio en ella hasta que un día dejó de comer.
Ojalá nunca lo hubiéramos vivido, pero con la distancia de los años ahora puedo decir que como familia nos unió y fortaleció, y a mí me convirtió personalmente en una mejor y más humana profesional.
Durante los años de enfermedad me costó muchísimo ejercer, ahora, casi cuatro años después de su recuperación, he acompañado a muchas familias en diferentes momentos de la enfermedad y he podido hacerlo con un nivel de empatía, respeto y comprensión al que no hubiera podido llegar sin haberlo vivido en casa.
Las familias necesitan sentirse escuchadas, pero también comprendidas y no juzgadas. Y por encima de todo creo que necesitan tener esperanza, saber que, si confían en profesionales especializados, la recuperación es posible, que lo sé porque lo viví con mi propia hija. No siempre lo comparto, está claro, pero si pienso que tener esta información les ayudará a dar el primer paso o a seguir adelante, no dudo en compartirlo.
Ahora creo que ya no me siento culpable, creo haber aceptado que no supe verlo y creo que me he perdonado a mí misma. Y animo a todos, pacientes, familiares o amigos a dejar atrás culpas, miedos o prejuicios y a afrontar la enfermedad de cara y con valentía.
Imma.